Somos almas espirituales

Reverencias a todos los amigos(as) y vaishnavas

Quisiera compartir algunas otras experiencias de mi vida personal que me llevaron a integrarlas con mi proceso espiritual en conciencia de Krishna.

Es muy gratificante para mí poder decir Krishna; así como suena Krishna, sin más, sin ponerle Bhagavan, (es decir sin agregarle un título o una expresión superior), ni Suprema Personalidad. Ni el Purusha (la conciencia pura), ni el alma original. Solo Krishna, tan cercano. Tan amigable, tan íntimo.

Krishna es el mejor amigo que se puede tener o esperar en la vida, tanto en nuestros pensamientos, aciertos e incertidumbres. En cada segundo de nuestra existencia nos ampara y nos acompaña. Krishna nos escucha y nos responde siempre, por eso considero que es maravilloso encontrarse con Él.

«La Suprema Personalidad de Dios se manifiesta de infinitas formas»

La Suprema Personalidad de Dios se manifiesta de infinitas formas. En esta ocasión se manifestó ante mí a través de su filosofía y desde la enseñanza del Bhagavad Gita. Su canción es dulce e iluminadora, sus palabras y enseñanzas básicas tan sabias y útiles para la existencia humana, para quienes tengan el anhelo de trascender.

Bueno no se asusten; no quiero decir que Krishna estuvo junto a mí y me dio algunas recomendaciones.  Lo que quiero decir es que Él puede manifestarse ante uno como quiera. Incluso con un hecho que te ilumina, porque Krishna y su espíritu siempre nos quiere llamar, atraer y salvar. Porque nos ama infinitamente, mucho más de lo que uno siquiera podría imaginarse.

Esta anécdota sucedió en 1973 antes de conocer a los devotos que son la principal manifestación de Krishna en este mundo.

Yo tenía 14 años y viví en Chile la experiencia de la expresión política de la dictadura de Pinochet, donde se invadía, allanaba a comunidades de poblaciones y barrios. Los militares y la policía nos cercaban de manera que nadie pudiera salir de la Villa antes de ser investigado.

Un día llegué hasta la cancha de fútbol de la población donde habían llevado a todos los varones mayores de 14 años. Yo no quería ir, me escondía por el temor a ser encontrado. No quería crear problemas a mi familia y en especial a mi madre, Silvia. Así que fui como los demás y me presenté en la cancha de fútbol.

En esa época ya tenía mi melenita hippie, larguita y llamativa. A las chicas les gustaba ese estilo del pelo largo en los varones. Mi pelo no era nada atractivo, pero en mi ego, lo amaba y procuraba que creciera lo más posible.

Apenas entré a las filas de la cancha, recibí culatazos de los fusiles y las ametralladoras de los militares, mientras pasaba como por un callejón oscuro como se les llama a las filas de hombres de frente que te hacen cruzar por el medio mientras te van golpeando y gritando. Así nos trataban hasta ubicarnos en otra fila donde nos seguían maltratando, para luego ubicarte en otra donde te seguían golpeando y gritando.

En un momento llegué a manos de un oficial que me tiró el pelo, me insultó y me preguntó que hacía; le respondí que era estudiante, esto lo irritó mucho y me golpeó más aún.  ¿Cómo vas a ser estudiante con esa peluca?, se burló mientras me daba patadas y tirones de pelo.

Después nos metieron en un calabozo de un metro cuadrado con cincuenta personas y durante 36 horas nos amenazaron con matarnos acercando una ametralladora a la ventana del calabozo. Todos gritaban y lloraban.  Sin embargo a pesar de toda esta situación horrible, aún creía que no iba a morir, algo me decía que esto no pasaría y que tenía que seguir siendo valiente a pesar de atravesar esta difícil situación.

Al otro día, vino lo más crítico y doloroso para mí, con una cuchilla oxidada y sin filo, me cortaron el pelo hasta dejar mi cabeza casi rapada con mechones y pelones. Me sentí muy mal, fue una experiencia horrible para mí.

De pronto llamaron a la puerta para avisarme que mi padre, Carlucho, me venía a buscar.  Fue tan grande mi vergüenza de tener mi cabeza pelada, que mi padre me hizo un gorro con la hoja de un diario y así llegué a mi casa.

Permanecí encerrado durante mucho tiempo. Cada día me parecía eterno. Me miraba cada día al espejo, y no me crecía nada el cabello.  Me preguntaba: ¿Cómo podría ir al colegio?. ¿Qué van a decir de mí las chicas, se iban a burlar, a reír…. De hecho así fue.  

Me ponía una boina para cubrirme, pero algunos chicos me lo sacaban o al pasar lo tiraban y se reían y burlaban. Me gritaban: pelado!, más alguna grosería. Fue una larga experiencia de dolor y vergüenza. Una vivencia de identidad humana y física. Pero luego llegó la iluminación a mi vida, a los 16 años.

Dos años después de sufrir y no tener en mi interior ese martirio y resentimiento en mi razonamiento basado solo en las enseñanzas del colegio y de los medios de comunicación. Nunca nadie me había hablado de la verdadera  existencia humana. Y llegó Krishna, a través de un incienso, un pachuli, y un libro acerca de Krishna de Srila Prabhupada y las Enseñanzas del Bhagavad Gita, cómo llegó, es otra historia.

Pero lo maravilloso fue cuando me enteré de que no éramos el cuerpo. Que éramos mente. Inteligencia, ego, alma. En año 1976 recibí la bendición de mis hermanos devotos que conocí a través de mi hermano Japananda Das y me rapé mi cabeza. Tan orgulloso de saber que había sufrido tanto por una falsa identidad, por una bolsa de excremento -como se decía antes-; darme cuenta que mi ser interior era el propósito de la existencia.

Comencé a vivir la liberación que Krishna nos ofrece. La libertad de la falsa identificación y la bendición de poder realizar la existencia eterna desde este punto, desde esta base. Sin más, como el primer paso para ser feliz.

Por eso Prabhupada decía

Canta Hare Krishna y se feliz.

Jay Hari bolo

Mathura Mandala Das (ACBSP) Abay Charan Swami Prabhupada.