El velo de la ilusión
Jay Hari bolo
Mis respetos madres y amigos.
Seguiré compartiendo estos relatos de experiencias, donde podemos visualizar de alguna manera la mano de Dios. ISVARA, es el controlador que nos ayuda a seguir su huella en este camino pedregoso y misterioso.
Santiago de Chile y Buenos Aires están a una distancia de poco más de 2.000 kilómetros y en esos tiempos un viaje demoraba un poco más de 20 horas. Era una distancia similar como viajar dentro de Chile, ya que las distancias de norte a sur de este país no son muy diferentes.
La cuestión es que este fue mi primer viaje de envergadura, lo hice en 1976, pero no solo significaba viajar a Buenos Aires, o salir de esa condición de vida que llevaba en mi casa, en mi barrio y en mi país, sino que significaba algo más profundo y trascendental en mi vida: mi encuentro con Krishna y sus devotos.
Viajé esos 2.000 kilómetros haciendo ayuno para no contaminarme con nada en el camino y con el anhelo de ser aceptado en esa comunidad. Unos paisanos que habían viajado conmigo en ese trayecto me ayudaron a encontrar el colectivo y me avisaron donde debía bajar.
Mi sorpresa fue que al descender del colectivo lo primero que veo es a un grupo de refulgentes devotos rapaditos, vestidos de color anaranjado que se dirigían a cantar y a distribuir libros al centro de la ciudad de Buenos Aires. En aquel momento la comunidad era solo de brahmacharis, es decir devotos solteros célibes.
Mi hermano biológico, Japananda Das, cuando me vió se puso muy feliz y luego me presentó a los devotos. Estaban Guneshvara, Kaivalya Suarup, Nitya Tripta, Kasi Misra, Jaya Dwaja y Sahasranam, entre otros.
Me ofrecieron acompañarles a cantar y me invitaron a vender libros al centro así que me vestí como ellos, con un Dhoty, una Kurta y me coloqué las marcas del Tilaka. Mi pelo estaba largo y ya lo sentía como un peso del pasado por lo que anhelaba fervientemente eliminarlo de mi cabeza para estar rapado como ellos.
Los devotos pusieron en mis manos muchos libros de pequeño tamaño como “Más allá del nacimiento y de la muerte”, o el “Viaje fácil a otros planetas”, ambos de su Divina Gracia Swami Bhaktivedanta Srila Praphupada, entre otros.
Nos dirigimos hasta la calle Lavalle, comencé a ofrecer los libros y empecé a notar que mucha gente se acercaba muy interesada. De pronto se formó una gran rueda y la gente preguntaba qué era lo que predicábamos. Eran muchas preguntas y yo había estudiado algo durante el 1975 en casa, lo que me permitió disponer de herramientas para responder a las consultas.
Las respuestas eran que somos almas eternas, que el cuerpo no era más que una bolsa de excrementos, que la vida era un condicionamiento material, sujeto a la ley del Karma, y así…
En un momento se acerca Jaya Dwaja y nos dice que no hagamos eso porque la Policía nos va a corretear y en eso veo a mi hermano Japananda Das que estaba con otro grupo igual de grande, respondiendo a sus consultas. Todo era muy agradable, hablar de la filosofía, de Krishna, invitando a la fiesta de domingo que era fabulosa.
La experiencia de este primer día de fiesta en el templo fue algo maravilloso para mí, no podía contener la emoción. Sabía y comprendía que llorar o mostrar emociones, era un síntoma de condicionamiento y de un estado ilusorio de la verdadera emoción. Entendía que llorar y emocionarse era un síntoma falso, una ilusión mental que sentía por tener mis sentidos impuros, lo que hacía dudosa mi expresión. La verdad es que no pude contener la emoción y me surgió una necesidad de llorar tan grande que todos los devotos lo notaron; y eso que estábamos en un tremendo kirtan, todos bailando y cantando con gran euforia.
De las manifestaciones extáticas y la purificación
Los devotos estaban muy preocupados y justo terminado el Artik y el kirtan me llevaron cerca de la cocina. Ahí estaba Atulananda Prabhu quien también muy preocupado quería saber que había pasado. En aquella época los devotos ya le tenían mucho aprecio a Gurudeva Atulananda.
Gurudeva me observaba y yo estaba muy interesado en saber que iba a decirme, igual me sentía avergonzado por hacer creer a los devotos que había mostrado algún síntoma de éxtasis o algo así. Sabiendo claramente quien era yo, Gurudeva me dijo: «no creo que sea una manifestación pura, menos si vienes recién llegando». El fue honesto y me confirmó lo que yo sabía y creía también.
Mi hermano Japananda Das estaba muy preocupado por guiarme y orientarme en todo lo concerniente al método y forma de convivencia comunitaria. Y Gurudeva Atulananda me observaba y siempre me decía cosas de la práctica, detalles, como se coloca correctamente el Dhoty, como es La Deidad, cómo tocar la Mridangam.
Los domingos yo ayudaba en la cocina, y él me invitaba a acompañarlo al Abasto, el centro comercial de verduras y frutas se encontraba a pocas cuadras del Templo. El traía dos o tres cajones de tomates y una bolsa de papas. Y yo lo imitaba.
Mientras estábamos en el mercado algunas personas nos insultaban, nadie quería ir allí, pero Gurudeva no se inmutaba y eso a me generaba mucha valentía. No contestábamos, los ignorábamos y Gurudeva incluso se reía y los perdonaba. El siempre fue muy misericordioso, muy rara vez se peleaba con alguien. Tiempo después nos reencontramos en Chile para el inicio de la prédica en este país.
Cocinábamos prasadam en el más alto nivel. Recuerdo que mi hermano y amigo Atulananda que es ahora Gurudeva Atulananda de la misión Sarasvati cocinaba, junto a Prakasananda el único grijhastha del Templo. El prasadam de la fiesta era maravilloso!
En mi vida había comido algo así, Sabji, (guiso vegetariano) todo preparado con Ghee (mantequilla clarificada), arroz dulce, dal (legumbres a las que se les ha retirado la piel), arroz dulce, pakoras (verduras rebosadas con una masa de harina de garbanzos), samosas (empanadas), halaba, otro sabji, yogurts, bolitas maravillosas, laddus (bolitas dulces), barfis (dulce) y puris (pan hindú frito). Maravilla de las maravillas.
Jay Hare krishna!
Mathura Mandala Das (ACBSP) Abay Charan Swami Prabhupada.